Decían que teníamos un gobierno de mediocres con un
insolvente a la cabeza, y lo repetían machaconamente. Bastaría un simple cambio
de esa pandilla de grises para
generar confianza, para empezar a crecer, para acabar con todos los males que
nos estaban llevando al borde del abismo. Pues bien, ahora ya tenemos un
gobierno formado por ministros mega guays,
de los que han estudiado en colegio de pago, a los que se les llena la boca de
España cada vez que dicen España, con fuertes convicciones morales y/o religiosas,
que hablan idiomas, y yo que se cuantas cosas más; ah!, y a la cabeza un Sr. que
ha sacado unas oposiciones durísimas. Lo único, que su pronóstico les ha
fallado, cada vez estamos peor, y la velocidad de empeoramiento es directamente
proporcional a la que imprimen a los recortes que nos abocan a la pobreza, a
un retroceso de décadas.
Hace años, muchos tenían un tío en América, y los que no,
buscaban algún grado de parentesco, por si acaso al palmar el susodicho les
dejaba como herederos directos y se podía pillar algo. Hoy todos tenemos una pariente,
una prima, de apellido, Riesgo, sin que
nuestros padres tengan constancia de que ninguno de sus hermanos haya procreado
semejante monstruo. Pero el caso es que la ínclita se ha colado en nuestras
vidas, y no hay día que no la mentemos. Lo malo es que a diferencia de las
esperanzas depositadas en el tío emigrante, con ésta a lo único a lo que
aspiramos es a que no nos deje sin nada que llevarnos a la boca. Para que
pensar en la herencia de nuestros hijos.
Pues a esta pariente de cuarto grado, era a la que los
ministros mega guays iban a meter en
cintura cuando, una vez quitado del medio el insolvente Sr. Zapatero, la buena
Señora se dejase querer y nos mirase, a los españoles, con ojitos de cordera. Nada
más lejos de la realidad.
Y, ¿Cuál es la realidad? Pues que estamos al borde del
abismo, siendo optimistas en nuestra visión; cayendo en el, si somos objetivos.
La pregunta, o mejor, las preguntas son: ¿por qué?, ¿Quién
nos ha traído hasta aquí? Los mercados, dicen los que más. Y, otra vez, se pone
un artículo determinado, como buscando dotar de personalidad propia a algo que no es
más que la perversión de un sistema económico, que, guste o no, tenía una regla
de funcionamiento muy sencilla: Oferta versus demanda. La cosa económica ya no
obedece a esta Ley. Todo indica que hay un poder superior, cuya mano mece la
cuna, a su libre voluntad, sin importarle la salud de quien duerme en ella. Nada
tiene lógica, imposible encontrarle sentido, la racionalidad se ha esfumado.
Tenemos miedo, la incertidumbre lo embarga todo. Vivimos
tiempos muy difíciles. Nos hemos resignado, y aspiramos a vivir, a poder seguir
viviendo, rodeados, atrapados, en esa dificultad. ¿Lo han conseguido? quiero, necesito, pensar que no; aún no.
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